25.10.06

(2) Grupos poblacionales desatendidos

Cobertura de la educación inicial.

En el año 2003[1], el 66% de los niños y niñas peruanos de cuatro y cinco años fue atendido por la Educación Inicial (55% en el sector público y 11% en el privado). Es decir, estaba excluido de este servicio el 34% del total de la población en estas edades, que correspondía a 413.110 niños y niñas. Del total de la matrícula en el sistema público, el 71% iba a educación inicial escolarizada y 29% a no escolarizada. En términos comparativos, la cobertura es menor en áreas rurales, donde además prevalece una atención no escolarizada, casi siempre ofrecida en condiciones muy precarias.

La matrícula en secundaria de adolescentes.

De otro lado, en 2004 el 34,5% de la población en edad escolar en el rango 12-16 años (edad normativa para secundaria) no estaba matriculada en este nivel[2]. La situación es aún peor entre los jóvenes de áreas rurales o pertenecientes a familias en condición de pobreza, que con mayor frecuencia están excluidos o siguen matriculados en primaria; un 16% de los que terminan la secundaria lo logra con un atraso de 3 a 5 años.[3] Ocurre que el 25% de los centros poblados, ubicados en zonas rurales, carece de colegios secundarios, a pesar de contar con población en edad para este nivel (al año 2002)[4].

Acceso de los estudiantes a las TIC.

La desigualdad en la educación secundaria se refleja también en el acceso a internet y en la posesión de computadoras en los colegios. El acceso a internet está al alcance del 14% de los colegios de zonas urbanas, del 17% de los colegios de los “no pobres” y del 20% de los colegios privados; en contraste, sólo tiene acceso a internet un 4% de los colegios públicos, 3% de los colegios de los “pobres” y 1% de los colegios que atienden a poblaciones en extrema pobreza.[5] En lo que respecta a la posesión de al menos una computadora, esto caracteriza al 69% de los colegios urbanos de secundaria y sólo al 17% de los rurales; el 73% de los colegios “no pobres” tiene al menos una computadora, en contraste con sólo el 36% de los colegios que atienden a los “pobres” y apenas el 21% de los colegios que reciben a estudiantes en condición de “extrema pobreza”.

Analfabetismo afecta a zona rural.

Las estadísticas sobre analfabetismo son muy variadas. De acuerdo al censo de población 2005 el 8,1% de la población peruana tiene tal condición, es decir 1.465.320 personas. Según la encuesta nacional de hogares 2002 estas cifras se elevan a un 12,3% de la población, 2.211.193 personas. El analfabetismo afecta en mayor medida a la población rural, a los más pobres, a las mujeres y a los peruanos de más edad. En las zonas rurales, los analfabetos representan el 43% de la población mayor de 40 años, el 16% de los que tienen entre 25 y 39 años y el 8% de los que cuentan con 15 a 24 años de edad[6].

La educación ocupacional que se ofrece a jóvenes y adultos.

De otro lado, para tratar de revertir la exclusión se han aplicado programas de educación ocupacional, dirigidos a los jóvenes y adultos que provienen de hogares de pobreza. Desde el año 1998 hasta el 2003 la matrícula fue de 1.509. 949 participantes, en instituciones públicas y privadas a nivel nacional[7]. El perfil de la población objetivo de estos programas ha sido el siguiente: el 61,7% tiene entre 15 y 24 años y el 33,3% de 25 años a más. Ellos se encuentran en un círculo vicioso en el que confluyen deficiencias en la educación básica (el 65% no terminó la secundaria), falta de acceso a los circuitos de formación profesional (el 20% estuvo matriculado previamente en carreras profesionales), pocas oportunidades de empleo u ocupaciones precarias de baja calificación (el 47% trabaja y estudia).

Debilidades de la oferta de educación ocupacional.

La duración de estos programas varía, desde cursos cortos hasta otros de más de un año. Los cursos están orientados principalmente a ocupaciones cómo las textiles o relacionadas con automotores. La calidad de la formación impartida es rara vez evaluada. Existe, además, una alta tasa de deserción debido a que una necesidad crítica de esta población es la urgencia de generar ingresos, lo que le dificulta comprometerse a asistir a cursos de larga duración. Hay, así mismo, una débil articulación de los programas de formación con el mundo del trabajo, una escasa actualización del equipamiento, así como inexistencia de seguimiento sistemático de la inserción laboral de los egresados. Resulta preocupante entonces que los programas, a pesar de lograr un impacto positivo, no puedan sostener sus efectos en el tiempo[8].

[1] Fuente: Estadística Básica 1998 - 2003 del Ministerio de Educación. Elaboración: Unidad de Estadística Educativa – Ministerio de Educación. Tomado del libro “Cifras de la Educación 1998 – 2003”, Pág. 39.
[2] Elaboración propia a partir de datos de población del INEI y de matrícula del MED.
[3] Indicadores de la Educación. Perú 2004. Pág. 9.
[4] Indicadores de la Educación, Perú 2004, Pág. 112.
[5] Para todos los datos de este tema, la fuente es: Ministerio de Educación–Estadística Básica 2003. Elaboración: Ministerio de Educación–Unidad de Estadística Educativa. Tomado del libro “Indicadores de la Educación. Perú 2004” del MED y la UEE, Pág. 104.
[6] Indicadores de la Educación. Perú 2004. Pág. 43.
[7] Cifras de la Educación 1998-2003. Unidad de Estadística Educativa. Ministerio de Educación. Lima, 2004. pp.96.
[8] GALLART, María A. Formación, Pobreza y Exclusión. OIT – Red Latinoamericana de Educación y Trabajo. 2000.